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Descartar fotos, esa dura tarea

Descartar fotos, esa dura tarea
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Cuando estamos sentado delante de nuestro ordenador procesando nuestra última sesión de fotos nos encontramos con una de las tareas más duras. No se trata de encontrar el punto de contraste exacto, ni de disimular una minúscula mota que atrae hipnóticamente nuestra mirada… no. Se trata de descartar.

Hacemos muchas fotos. Y en ocasiones es muy fácil descartar las que encontramos con mal enfoque, encuadre, demasiado sobreexpuesta… pero ¿y el resto?

Es una tarea dura cuando llega ese momento plagado de dudas en las que nos bloqueamos mirando la pantalla. Ese instante en el que durante unos minutos giramos el cuello, miramos desde varias perspectivas, ampliamos hasta diez veces para ver los detalles… todo ello intentando encontrar un mínimo argumento de autoconvencimiento, de que esa captura es buena. Pero en el último instante, sin atenernos a una razón clara decidimos borrarla, descartarla.

Después, esa foto nos acompaña. La hemos borrado de nuestra carpeta, pero sigue apareciéndose, incluso en sueños y nos habla, nos dice que no es justo. Luego la recuperamos y nos decimos que sí, que es válida y que será una más de las que se suma a la selección definitiva de nuestra sesión.

Aunque sabemos de sobra que no estamos convencidos y buscamos más argumentos donde sea y cómo sea para mantenerla entre las elegidas. La subimos a Flickr esperando comentarios. Pero nos encontramos: “Nice shot!”, “bonito encuadre”, “me gusta“… y nos aferramos a ellos para mantenernos firmes en nuestro convencimiento. Le preguntamos a los seres cercanos, pero a ellos siempre les gustan todas nuestras fotos y sabemos que no van a encontrar ese detalle clave que nos puede hacer cambiar de opinión. Todo eso no sirve de nada. Y tras varios días y con ganas de cerrar el asunto, volvemos a mirarla detenidamente. Le damos una nueva oportunidad, la volvemos a procesar, incluso la convertimos a blanco y negro, la reencuadramos,… y finalmente nos decimos que sí, que es buena y punto. Como el resto.

Satisfechos plenamente y con el buen sabor de boca de haber hecho lo correcto, con la satisfacción de concluir por fin el largo y tedioso proceso de descarte, procedemos a guardar el trabajo y hacer la copia de seguridad correspondiente. Justo en ese instante, paramos. Instintivamente la acabamos descartando. ¿Y si nos hubiéramos fiado de nuestra primera impresión siendo más selectivos? Igual todo sería más fácil. O no.

Foto | Mario Inoportuno (en nuestro grupo de Flickr)

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